Las creencias limitantes son aquellas que te bloquean, esas cosas que crees, o te han hecho creer, y que te impiden vivir la vida que te gustaría y perseguir tus sueños, envolviéndote en una realidad negativa y desmotivadora.
Frases del tipo «yo no valgo para eso», «seguro que hay mil candidatos mejores que yo», «no me lo merzco», «no soy capaz», «no soy suficientemente lista/creativa/original» blablabla, cuanto más te las repites, más pequeñita te haces, más te las crees, y acaban por volverse una realidad.
Mis creencias limitantes
Poco a poco voy descubriendo cuáles son mis creencias. No es algo fácil de admitir, algunas están escondidas desde hace tanto tiempo, y me las he creído con tanta fe ciega, que muchas veces no me doy cuenta de que están ahí, aunque me acompañan cada día. He tenido que rascar y enfrentarme a la parte de mí que menos me gusta para poder ser consciente de algunas de esas creencias.
Mi opinión no importa. Muchas veces me cuesta tomar decisiones, me cuesta opinar cuando se barajan distintas opciones y acabo diciendo «como queráis los demás» porque creo que mi opinión no vale, que si opino algo y los demás no están de acuerdo me van a mirar mal, o que si tomo una decisión equivocada voy a ser la mayor de las fracasadas. Pero lo cierto es que mi opinión vale tanto como la de cualquiera, y tengo que creérmelo.
No soy lo suficientemente inteligente. Me da pánico mostrar mi desconocimiento ante los demás. Si se habla de algo que desconozco, prefiero callarme y buscar información por mi cuenta, antes de abrir la boca y que todos sepan que no tengo ni idea. Pero oye, ¡que es imposible saberlo todo! Lo sé, no puedo saberlo todo, y no pasa nada si tengo que preguntar algo que no sé, pero la vergüenza y la inseguridad hacen que me haga pequeñita cuando no sé algo, y entonces me repito a mí misma que no soy inteligente.
Soy mediocre. Cuando veo a tanta gente que tiene éxito en la vida, que ha conseguido cosas con las que yo sólo puedo soñar, me siento mediocre. Siento que no me he esforzado lo suficiente, que no soy lo suficientemente inteligente como decía en el párrafo anterior, o creativa, u original, o que no soy lo suficientemente lo que sea. Las comparaciones son odiosas, y no puedo compararme sólo con la parte exitosa que muestran los demás al público. Seguro que muchas de las personas a las que envidio por su éxito y que me hacen sentir una fracasada, tienen también sus momentos bajos, han tenido sus malas épocas y sus crisis, y seguramente sigan enfrentándose a mierdas en su día a día que yo desconozco. Así que basta de comparaciones
No sé hacer las cosas sola. Me entran sudores fríos cuando tengo que enfrentarme a ciertas cosas yo sola, y muchas veces acabo mirando hacia otro lado y escapando de los problemas por miedo a enfrentarme a ellos sola. Pero sucede que cuando finalmente me enfrento, me doy cuenta de que sola me apaño bastante bien. Y que si necesito pedir ayuda, tampoco hay ningún problema.
No estoy a la altura. Esta es otra de las creencias que son consecuencia de comparaciones odiosas que tengo que dejar de hacer.
¿De dónde vienen esas creencias?
Seguramente ha habido muchos momentos en mi infancia donde he escuchado comentarios, o he visto comportamientos que me han hecho creer esas cosas.
Por suerte o por desgracia, tuve un padre muy protector y muy perfeccionista, que se empeñaba en hacer las cosas él por que era quien mejor las hacía, que se preocupaba porque no tuviese que preocuparme yo porque ya estaba él para sacarme las castañas del fuego, y que no me dejaba nunca sola ante el peligro.
Le agradezco infinito todo el cariño y el amor que recibí por su parte, y que siempre estuviese ahí para cuidarme y preocuparse por mí. Echo de menos que me siga cuidando y preocupándose. Pero él ya no está, y aunque estuviese, ya iría siendo hora de que empezar a cuidarme yo sola. Porque tener siempre a alguien que cuidaba de mi, que me protegía y no me dejaba equivocarme, me ha vuelto dependiente e insegura.
Las creencias del tipo «no estoy a la altura» o «no soy suficientemente lo que sea» tienen su origen en las comparaciones que hacemos desde que somos bien pequeñitos. Al menos yo cuando era pequeña y recibía las notas de un examen, siempre estaba pendiente de a ver qué habían sacado los demás. Y aunque mi nota hubiese sido buena, siempre me dolía ver que había alguien con una nota mejor que la mía, pensando «pero si yo he estudiado, ¿por qué no he sido capaz de sacar un sobresaliente si hay otros niños que sí lo han sacado?». Esto no afecta igual a todos los niños, habrá a quien le de igual lo que hayan sacado los demás e irán tan contentos con tal de aprobar, pero yo no era así. No es que fuese envidiosa, pero siempre he sido muy crítica y poco indulgente conmigo misma.
Mis creencias y el ganchillo
Empecé a hacer ganchillo hace unos años, para entretenerme, y porque al aprender descubrí que me flipa hacer cosas con mis manos. Sobre todo hacer cosas que luego puedo lucir, una prenda, un bolso, un accesorio… mostrarlo con orgullo y decir que lo he hecho yo misma. Y lo mejor de todo, lo que más satisfacción me da, es hacer regalos hechos a mano por mí.
Después de un tiempo haciando cosas para mí, mis amigos y mi familia, pensé que sería genial poder vender mis creaciones, o diseñar mis propios patrones para que otras personas los tejan.
¡Pero ay! benditas creencias… ¿Os imagináis el panorama y mis diálogos mentales?
– Voy a inscribirme a un mercado de artesanos para vender mis creaciones de ganchillo.
– ¿Pero tú crees que vas a vender algo? Si hay artesanos que llevan años dedicándose a esto y tu eres una novata.
View this post on Instagram
– He tejido esta pieza con un patrón que he diseñado yo misma. Quizás podría poner el patrón a la venta.
– Sí claro, con la cantidad de patrones molones y bien currados que hay por ahí, te vas a comer los mocos con un patrón hecho por ti. Además, que no tienes ni idea de cómo hacer los gráficos en el ordenador, y tendrás que hacer fotos decentes para incluirlas en el patrón… eso es un currazo, déjate de mierdas.
View this post on Instagram
– Voy a organizar un taller de ganchillo para debutantes.
– ¿Pero qué vas a enseñar tú, si nunca has enseñado nada? Además, nadie te conoce, no se va a apuntar ni Rita.
View this post on Instagram
Aunque las ganas están siempre ahí, la motivación a veces me falla. Porque tengo mis creencias que me acompañan cada día y me frenan, me impiden desarrollarme, evolucionar.
Pero hay días que me levanto con buen pie y mando al carallo las creencias para lanzarme a la piscina. Por eso a finales del año pasado participé en dos mercados de artesanos en Navidad, y este año organicé un taller de iniciación al ganchillo. Y oye, no me ha ido tan mal :).
Abriendo los ojos
No soy perfecta. Debo aceptarme y quererme como soy. Lo que no significa que no pueda mejorar cosas que haya que mejorar. Pero tengo que dejar de castigarme por mis errores, y dejar de bloquearme por culpa de creencias que sólo están en mi cabeza y no hacen más que entorpecer mi camino hacia el éxito y la felicidad.